La ministra más pobre del mundo
Resumen
En menos de tres días -los que corrieron entre el martes 16 de abril por la mañana y el jueves 18 por la noche- una vorágine de declaraciones siguió a la revelación de la condición de deudora contumaz de impuestos inmobiliarios, de la misma ministra de vivienda y ordenamiento territorial en ejercicio. Esta cascada de opiniones contrapuestas fue cerrada por el presidente de la república con un mero “Tema resuelto”, que reduce no sólo el alcance de lo sucedido, sino sobre todo, intenta sofocar con una dimisión a reculones el bochorno públicamente instalado, a tan sólo mes y medio de iniciado un nuevo período de gobierno. Al aceptar a la ligera la renuncia de quien no duró en el cargo lo que un lirio, se intenta resolver con una chicana técnica un caso de notoria resolución mediática, ante la obsolescencia que agrieta, por obra y gracia del auge tecnológico, a las democracias representativas desde largo tiempo atrás. En lo que sigue nos proponemos hacer exactamente lo contrario, es decir, intentar explicar como “el punto ciego del retrovisor” de quien contaba con el mayor instrumental -incluso ministerial- para percibir el desatino que cometía, incluso llegó a justificarlo. Este afán analítico no acusa personalmente a quien, imbuida de un relato, terminó por ser víctima de cierta invisibilidad para consigo misma. Se intenta, por el contrario, considerar una extendida sensibilidad acorde al temperamento político de la renunciante. Tal sesgo de opinión dio contundente mayoría dentro del Frente Amplio al Movimiento de Participación Popular que integra la ex-ministra, en el mismo rumbo de creencias que llevó a tan efímera como escarnecida investidura ministerial.

Imagen: Semanario Brecha