2023: Mono(re)publicanismo, Ultra-nacionalismo y Post-soberanía (Resumen de Partes I, II y III)

La letanía democrático-republicana ha llegado, con ocasión de celebrarse 50 años de la disolución de las cámaras (pero no del golpe de Estado) al paroxismo mediático, que incluye un mensaje del Ministerio de Educación y Cultura que nos educa y cultiva, como si no alcanzara con una extendida recepción periodística, en la “Teoría de los dos Demonios”.1 Como homenaje a los caídos por ideas que quizás hoy no compartimos enteramente en muchos casos, pero que contaban con validez universal relativa por entonces, como denuncia ante el anacronismo redoblado de los que se declaran “demócratas” tras haber instalado mano en alto durante años las Medidas Prontas de Seguridad que promovieron a los golpistas (como éstos se lo arrojaron a la cara en las “conversaciones del Parque Hotel”), o inclusive ante la triste abogacía que a la injusticia suma la defensa no sólo del crimen político, sino del ensañamiento totalitario, se publica conjuntamente las partes de un texto cuya sucesión debió alterarse, en razón de la elección de Lula por muy escaso margen. Conviene entonces recordar que el conjunto comienza poniendo en cuestión el Mono(re)publicanismo que hoy nos retuerce las orejas por partida presidencial cuádruple (Lacalle Pou, Lacalle Herrera, Mujica y Sanguinetti) y por si algo faltara, ceremonial.2

ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p0vR/p2r

1“Mesianismos: el término que usó el MEC en su mensaje y generó reacciones”, Montevideo Portal (28/06/23) https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Mesianismos-el-termino-que-el-MEC-uso-en-su-mensaje-y-genero-reacciones-uc858137

2“Lacalle Pou y los ex-presidentes Sanguinetti, Lacalle Herrera y Mujica valoraron la democracia y la convivencia pacífica” Uypress, (27/06/23) https://www.uypress.net/Politica/Lacalle-Pou-y-los-expresidentes-Mujica-Sanguinetti-y-Lacalle-Herrera-valoraron-la-democracia-y-la-convivencia-pacifica-uc129988

 

Parte I

Mono(re)publicanismo: el partido global(ista) del publicacionismo

Resumen

Este texto se publica al cumplirse 50 años del episodio golpista del 9 de febrero de 1973. La cuestión republicana ya no puede dirimirse, como hace 5 décadas, entre democracia formal o real, ni menos, reivindicarse como mero contexto normativo (aquí y en tantas partes del globo, violado en primer lugar por quienes dicen defenderlo). Por lo tiempos que corren, la condena del “populismo” intenta preservar cierto estado de agregación del sistema republicano de partidos, allí donde no ocurren sino desplazamientos. El frente de guerra en Ucrania manifiesta análogas derivas motivadas por estrategias mundialistas, mal que le pese a la asepsia normativa del derecho internacional. La fusión entre sí de los adversarios de ayer predica en monólogo el dictado de una “gobernanza tecnológica” global. Incluso el fraseo neo-liberal que pretendió cundir como moral republicana se ve, en el caso del actual gobierno del Uruguay, doblegado bajo el efecto de cierto publicacionismo.

1a. quincena, febrero 2023

¿Quién le teme al “populismo”?

En un breve texto que integra la recopilación ¿Qué es un pueblo?,1 Jacques Rancière señala, ante el uso que se hace del término, el desplazamiento que sufre la significación de “populismo”. Si “populismo” supone apelar a una población genérica y sin asignación de identidad, señala Rancière, esa significación proviene de la propia tradición republicana. Por otro lado, si se entiende por “populismo” el cuestionamiento de cierta venalidad parlamentaria, es la misma prensa la que nos proporciona, día tras día, las razones de tal impugnación. Finalmente, si se condena como “populismo” la estigmatización selectiva de un sector de la población (por ejemplo, los inmigrantes), la exclusión no proviene de una masa ignorante y sumergida, sino de quienes se encuentran en mejores condiciones relativas.2

“La noción de populismo efectúa a bajo costo esa síntesis entre un pueblo hostil a los gobernantes y un pueblo enemigo de «los otros» en general”.3

Un excelente ejemplo de este descarte de una multitud desaforada y de “todo otro” no agendado previamente por tirios y troyanos, que distingue populismos tanto a derecha como a izquierda, lo provee el ex-candidato presidencial chileno Sebastián Sichel. Durante una reciente visita al Uruguay el ex-candidato a la presidencia de Chile calificó como “populistas”, por igual, al actual presidente Boric y a su adversario electoral ultra-conservador Kast.4 Esta exclusión de ciertas franjas por parte de un sistema ideológico centrado en sí mismo, denota per se un “sistema de pensamiento”, es decir, determinada metafísica. Para Derrida, todo “sistema de pensamiento” no puede ser sino metafísico, logocentrismo sustentado en un “significado trascendental” que en el caso de la expresión de Sichel, se designa a sí propio como centro del sistema de partidos (logo-centro-partido-crático).

“El carácter metafísico del concepto de historia no se encuentra solamente ligado a cierta linealidad sino a todo un sistema de implicaciones (teleología, escatología, acumulación recuperadora e internalista del sentido, un cierto concepto de continuidad, de verdad, etc.). No se trata por lo tanto de un predicado accidental del cual sería posible deshacerse por una ablación local, de cierta manera, sin un desplazamiento general de la organización, sin hacer trabajar al sistema como tal”.5

Ernesto Laclau habilitó la posibilidad planteada por Derrida, en cuanto a “hacer trabajar al sistema como tal”, es decir, por encima de todo centro soberano, en razón de cierto “significante flotante” que el politólogo argentino retomó asimismo de Derrida.6 La configuración de un “significante flotante” no proviene del signo, sino de su uso, es decir, del discurso. Como efecto de la incorporación del enunciador en un contexto (y asimismo, en razón de la incorporación de un contexto por el enunciador) el discurso presenta una “geometría variable”, que proviene de la recíproca modulación entre pensamiento y circunstancia.

Ricardo Camargo ubica la propuesta de Laclau como sigue:

“Tan sólo advertiré que se trata de una apuesta programática que a diferencia de las propuestas esencialistas de antaño, de izquierda o de derecha, se asienta en la idea de una democracia por venir à la Derrida; en permanente búsqueda de una nueva inscripción discursiva, y por lo tanto, ajena a toda conclusión definitiva”.7

En cuanto una misma forma significante adquiere, tanto para Derrida como para Laclau, condición “flotante”, puede ser ganada en provecho propio por un significado ensayado (“relativamente motivado”, en clave saussuriana) por la intencionalidad del hablante. Una vez desposeído del significado que inicialmente había confiado a un significante, un autor puede reivindicarse públicamente, en cuanto su expresión habría sido “sacada de contexto”. La frecuencia del reclamo “se sacó mi expresión de contexto” pone en evidencia, incluso ante la denuncia periodística y política, que el contexto y el enunciador se modulan uno al otro, es decir, se configuran recíprocamente.

De esta “geometría variable” de la enunciación, es decir, de una gestación discursiva de toda significación (la de índole científica lejos de escapar, provee el mejor ejemplo, en cuanto reivindica la propia crítica alternativa de sus enunciados), extrae Laclau el cuestionamiento de la noción de “populismo”. Para que una desviación de significación desvirtúe un corpus de significaciones “políticamente correctas”, este corpus debiera encontrarse blindado en su propia significación transparente. Si tal blindaje deniega el recurso a la enunciación, la pretensión de transparencia no llega a transparentar sino un designio metafísico, es decir, el propósito de ocupar una posición que (así como lo hace el ex-candidato Sichel), excluya tanto para (su) derecha como para (su) izquierda lo que no (le) conviene: Mono(re)publicanismo.

Mono(re)publicanismo: un “efecto de sentido” ukraniano

Los tiempos en que Marx y Engels sostenían que el fantasma del comunismo recorría Europa parecen haber dejado paso a la existencia fantasmática de la propia Europa, convertida en estratégica moneda de cambio global. La hegemonía estadounidense sobre el “viejo continente” se traduce en los sacrificios (energéticos, presupuestales, ecológicos) destinados a sostener el frente ukraniano (destinado a debilitar a una aliada -Rusia- de una potencia oriental -China-).8

Aunque lo anterior surge de la propia información periodística, es menos evidente el efecto que tal declinación estratégica occidental alcanza en el plano de la universalidad de los paradigmas. Pasados los tiempos en que la soberanía popular alumbraba los caminos civilizatorios del Estado-nación, para extender la “forma Estado” al planeta por entero, pero superados también los tiempos de la descolonización que siguiera a la segunda Guerra Mundial, surge el contexto de la globalización. En este último la competencia tecno-económica no puede ser representada democráticamente ni de ninguna otra forma, en cuanto no proviene de un único orden compartido en común y por lo tanto re-presentable a partir de la naturaleza (humana y no humana), sino alternativamente, de la potencia enunciativa de elencos tecnológicos.

“Es por eso que en los campos del poder y en las instituciones que actúan para medir y controlar el conocimiento encontramos conflictos abiertos: el conflicto en torno a las patentes y los derechos de propiedad intelectual, al open source, al tema de los cuidados y, sobre todo, las transformaciones de las funciones del saber (las instituciones formativas y, in primis, la Universidad). Por tanto, el Capitalismo Cognitivo no procede de una racionalidad (o supuesta naturalidad) interna del “sistema”, sino desde una determinante política que «al contrario supone la apertura de un nuevo campo de batalla» (Roggero & Curcio, 2010, p. 3), a escala social, nuevas tensiones en el ámbito cultural y nuevas contradicciones en la medición y control de la esfera político-económica”.9

La racionalidad o “supuesta naturalidad interna del sistema” convalidaba la representación del sistema por su propia “racionalidad”, o lo que es lo mismo, su “naturalidad interna”, en cuanto lo interno-cognitivo y lo externo-empírico configuraban un único “sistema”. La continuidad entre el conocimiento y la experiencia se encuentra por el contrario desarticulada, una vez que el propio saber supedita la experiencia a la discontinuidad propia al acontecimiento enunciativo y al desplazamiento político que tal acontecimiento promueve.

“El primer rasgo es que la actualidad, precisamente, está hecha: para saber de qué está hecha, no es menos preciso saber que lo está. No está dada sino activamente producida, cribada, investida, performativamente interpretada por numerosos dispositivos ficticios o artificiales, jerarquizadores y selectivos, siempre al servicio de fuerzas e intereses que los “sujetos” y los agentes (productores y consumidores de actualidad -a veces también son “filósofos” y siempre intérpretes-) nunca perciben lo suficiente”.10

El descaecer de la condición natural del saber conlleva la obsolescencia de todo sistema de representación, en cuanto toda re-presentación requiere de un dominio de naturaleza correlativa.

Declinación de la gobernanza republicana y fusión global(ista) del sistema de partidos

Los elencos que protagonizan las instituciones sostenidas en el paradigma democrático-representativo asisten a la disminución relativa del potencial gubernamental en el dominio nacional. Esta circunstancia es favorecida, desde el fin de la 2a. Guerra Mundial, por la configuración de conglomerados supranacionales que propician la fusión institucional interna a cada país. La supeditación de Europa a los EEUU pone de relieve, en razón del conflicto geopolítico en Ucrania, la esclerosis de la democracia representativa. Se suscita una simulación de consenso institucional que no trasciende los estamentos partidocráticos y profundiza el malestar de una mayoría. Esta reducción de la representación al entorno partidocrático del Estado, se expresa asimismo en el caso del bloque electoral que en el Brasil sostuvo la candidatura de Lula, o en las alianzas electorales que en Europa se contraponen al ascenso de los ultra-nacionalismos, o incluso en el discurso contra “la grieta” que en el Uruguay se erige en moral(ina) republicana.

La otra reacción ante el debilitamiento del paradigma de gobernanza democrático representativa, consiste en una reactivación de índole autoritaria, que pretende una “restauración de valores” al estilo Trump, Bolsonaro o Vox. Esta estrategia se encuentra en franca confrontación con la tecnocracia mundialista, en una perspectiva que logra ingentes apoyos electorales, en cuanto expresa a sectores contrapuestos, no sólo por razones económicas, sino también por pautas idiosincráticas, a la remodelación tecno-céntrica del habitus popular. No configura de forma consistente un proyecto estratégico, en cuanto su emergencia institucional obedece a un efecto de reflujo electoral y ante todo, en cuanto carece de alternativa propia ante el influjo de los poderes tecnológicos mundialistas (el mejor ejemplo, quizás sea el conflicto entre Trump y Twitter).

Una tercera tendencia que cuestiona la gobernanza de la democracia representativa se traduce en “estallidos sociales”, que se oponen frontalmente a la legalidad republicana y ponen de relieve márgenes de exclusión social. Estos movimientos pautan una base multívoca de reivindicaciones, posicionadas al margen de la gestión institucional y anclada en redes locales, virtuales (denominadas “redes sociales”) o incluso étnicas. La trama de relaciones que sostiene el potencial de movilización tiende a ser informal, en cuanto manifiesta arraigos que escapan a la gobernanza estatal y se sostienen en un registro irredentista. La existencia de estas sublevaciones espontáneas, masivas y acéfalas configura el emergente genuino del presente mundial y su intervención promovió desplazamientos incluso en el plano electoral (en Chile, Colombia y Francia).

Mono(re)publicanismo: un efecto del monopublicacionismo

La foto que ilustra esta actualización de Contragobernar estampa la condición mono(re)publicana del Uruguay. Esconde sin embargo una coyuntura mediática. El actual gobierno uruguayo se instaló bajo el auspicio de un particular radicalismo: la refundación de la hegemonía de los partidos tradicionales del Uruguay bajo fraseo neoliberal.11 Con ese propósito Lacalle Pou rechazó en varias oportunidades los intentos del ex-presidente Mujica de entablar un diálogo. Para este último no se trataba sino de una variante más de la misma estrategia que ensayó cuando ocupaba la presidencia del Uruguay. En aquel entonces intentó, por repetidas vías, un acercamiento con el Partido Nacional, al que perteneció el mismo Mujica en sus orígenes y cuya figura principal corresponde actualmente al presidente Lacalle Pou.12

La estratagema estuvo (y está) destinada a captar la voluntad política de algunos sectores del Partido Nacional, con el propósito de relativizar la marea anti-izquierdista que ganaba en su momento a ese partido y terminó una década más tarde por galvanizarlo, pero además, para sujetar al propio Frente Amplio a esa mediación (arbitrada por el propio Mujica) con los elencos tradicionales de la política uruguaya. Lacalle Pou contestó con desdén a los avances de su ex-correligionario marcando, una y otra vez, distancias infranqueables hacia el mediático “presidente más pobre del mundo”.13

Al arreciar sin embargo, el escándalo periodístico en torno al reclutamiento mafioso del mismísimo jefe de la guardia presidencial, Lacalle Pou se vio obligado en las últimas semanas a “echar lastre por la borda” y cambió aquella actitud intransigente hacia Mujica.14 Este último hoy se embandera contra “la grieta”, es decir mono(re)publicanamente, con los mismos colores patrios del Partido Nacional, que ayer Lacalle Pou quería salvaguardar de advenedizos (el actual presidente es el tercero de una misma descendencia familiar con mandatarios a la cabeza del Estado).

Mientras tanto y encontrándose al frente del ejecutivo nacional, exige de sus ministros “que comuniquen bien”, en los mismos términos que lo hiciera tan sólo unos años atrás, su antecesor frenteamplista Vázquez, también aquejado en su momento por cierta disminución mediática.15 Ese reclamo presidencial supra-partidario ilustra, tanto como la foto que luce en esta actualización de Contragobernar, que cierto elogiado mono(re)publicanismo esconde, tecnología mediática mediante, un sufrido monopublicacionismo.

Parte II

Ultra-nacionalismo glocal: Brasil bien vale un Perú

Resumen

La Parte I de “Ultra-nacionalismo, Mono(re)publicanismo y Post-soberanía” aborda problemáticas de actualidad que presentan dos vertientes contrapuestas: estallidos sociales y reincidencias totalitarias. Se las entiende por igual, como efectos propios a la globalización, desde un mismo enfoque: la regulación mediática de la soberanía. Los efectos particulares en los distintos contextos nacionales son tan disímiles entre sí como las propias condiciones de recepción que los incorporan. La disparidad que se desencadena entre los distintos países pone en cuestión la linealidad de la globalización y permite identificar dos tendencias contrapuestas: el globalismo de la gobernanza tecnológica y el activismo glocal que promueve la virtualidad mediática.

 

 

Brasil bien vale un Perú: la analítica de la inverosimilitud

Para no leer al Pato Donald

Con oportunidad de la 1a. vuelta de las últimas elecciones brasileñas, desde este blog se destacaba el curioso efecto de silenciamiento de los análisis que siguió al asombroso resultado que obtuvo en aquel escrutinio Bolsonaro (43%, muy por arriba de las predicciones surgidas de las encuestas). Con la breve toma y vandalización de los sendos edificios de la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, sucede todo lo contrario: un torrente de análisis pone en paralelo lo sucedido en Brasilia con la ocupación del Capitolio por los partidarios de Trump, enumera lo que destrozaron o inutilizadon los vándalos, subraya el rol de los campamentos frente a los cuarteles, denuncia el intento de promover un golpe de Estado, destaca la investigación sobre los transportistas y proveedores de alimentos involucrados en la concentración y logística de los asaltantes, relata la complicidad de las autoridades locales en Brasilia e incluso la complacencia de los agentes policiales sobre el terreno. A lo anterior cabe agregar la consabida andanada de declaraciones institucionales a favor de la institucionalidad, tanto mundial como regional, que incluso podrían llegar a suscitar piadosa envidia a las buenas intenciones que suele prodigar, ante distintas calamidades, el sumo pontífice.

Una vez en cotejo con la verosimilitud, aquel silencio atronador de la 1a. vuelta se asimila a esta locuacidad de la evidencia tanto como se parecen entre sí dos gotas de agua: seguimos preguntándonos bajo que signo de los tiempos 58 millones de brasileños se inclinaron por un candidato impresentable a los ojos de la tradición democrática en su fase ilustrada y humanista, bajo que tendencia inesperada Bolsonaro (o sus aliados) triunfaron en Estados como Säo Paulo o Rio de Janeiro, por qué hubo tolerancia de jerarcas capitalinos y de agentes sobre el terreno pero no golpe de Estado, cómo se produce la sugestiva solidaridad de empresas estadounidenses como facebook, Whatsapp e Instagram con el gobierno “izquierdista” de Lula y “ainda mais”.

Bajo otras condiciones, el estallido social en curso en el Perú presenta los mismos lapsos silenciosos y las mismas falencias analíticas. Las razones que llevaron a Castillo a ganar las elecciones y a capotar acto seguido, quedan en la bruma, indistinguibles entre la incapacidad estratégica del mandatario y el destino efectivo del clamor de un sector por mejorar sus condiciones de vida. En el mejor de los casos nos enteramos del úkase gubernamental que impidió a Evo Morales el ingreso al Perú, así como de su esclarecedora declaración “están matando a nuestros hermanos”. 16

Contrariamente a lo que sucede en el Brasil, la manida referencia al fascismo (tan trivial como ineficaz explicativamente) no adquiere en el Perú curso forzoso. No se trata en el Perú de un conflicto de índole religiosa, siempre y cuando entendamos por “religión” el tipo de conflicto que llevó en Europa la denominación de “Guerras de Religión”. Las creencias parecen, asimismo, azuzadas y exacerbadas en este contexto, muy por encima de lo que tradicionalmente se ha entendido por “ideología”, es decir, en el sentido lato de la expresión “ciencia de las ideas”.

El día después del idealismo

Mario Silva García sostenía, en sus clases de metafísica en la Facultad de Humanidades y Ciencias, que la Modernidad era la época verdaderamente idealista. Esta aserción iba en contra de la inscripción de una ciencia empírica (supuestamente “materialista”) en la misma Modernidad y expresaba la perspectiva heideggeriana, el humano se convierte en sujeto una vez que, en la Modernidad, sujeta a sí la imagen, erigiéndose en la fuente de la que proviene todo saber. Esta identificación entre imagen (todo signo, incluso el numérico, la incluye) y devenir del saber explica que al cuestionar la determinación de la conducta por la ideología, Foucault subrayara que ideología siempre se asocia u opone a ciencia (por ejemplo, como “falsa conciencia”), pero nunca puede separarse de una (u otra) acepción de “ciencia”.

Al explicarse la conducta del electorado brasileño que le permitió a Bolsonaro alcanzar un 49,1 por ciento de los sufragios emitidos, se esgrime frecuentemente el argumento del fanatismo religioso, exacerbado por distintas iglesias, en particular protestantes.17 Este argumento refleja la concepción según la cual, la religión es enemiga del saber y por lo tanto de una “ideología”, en cuanto toda ideología se asocia ante todo con la noción de ciencia. Esta descripción es refrendada por un razonamiento por el absurdo: ¿alguien creería que un votante de Lula no expresara una concepción ideológica?

Resulta sin embargo inverosímil asociar el fanatismo exclusivamente con la conciencia religiosa (por más que esta provea su figura paradigmática). Parece inverosímil sostener que determinados comportamientos fanáticos no han sido desplegados a partir de una ideología, incluso sostenida en una “ciencia social”, como en el caso de los totalitarismos europeos (la eugenesia nazi, o el Lyssenkismo soviético).

Llevado al caso del Perú, el planteo del fanatismo religioso parece aún menos sostenible, en cuanto la resistencia del campesinado se desarrolla tomando como uno de sus objetivos a la propia Iglesia Católica, junto a las instituciones del Estado (Congreso, Justicia, Presidencia, etc.).18 La sublevación peruana parece vincularse a la identificación de una condición idiosincrática en la figura del presidente Castillo, que pasa por encima incluso, de las acusaciones de ineptitud y corrupción que han jalonado su gobierno.19

Parte III

Post-soberanía: una soberanía desarmante

2a. quincena junio 2023

Resumen

La deficiencia en el suministro de agua potable ha inducido un salto en la movilización antigubernamental uruguaya. Contraponiéndose a las campañas mediáticas de los partidos, que de derecha a izquierda (y vice-versa) “devuelven la cachetada” de la descalificación por corrupción, estos movimientos anclan en una diversidad de grupos, que incluso comparten entre sí y en diferentes grados, distintas vertientes reivindicativas (sindicales, ecologistas, soberanistas, etc.). La soberanía uniforme de antaño se desgrana en un soberano popular multifacético y polimorfo, que anuncia una rearticulación de horizontes. La post-soberanía se ha preparado prolongadamente, a partir de la integración mundialista y la interactividad mediática, que vinculadas entre sí, determinan el desplazamiento paradigmático de la soberanía.

Del agua al fuego sólo media una plaza

En un momento informal de una reunión virtual, manifesté la significación que adquiría, ante el desarrollo de la Marcha del Silencio,20 un pasacalle colgado en la misma plaza De los Treinta y Tres Orientales, rebautizada por los montevideanos “plaza de los bomberos”.21 Desplegado a lo largo de la caseta destinada al resguardo de los pasajeros del transporte colectivo, el pasacalle ocupaba inevitablemente la lectura de los manifestantes. Daba por el dorso al frente del edificio del Cuerpo de Bomberos de Montevideo. Sin embargo, su relación con el vital elemento no se destinaba a la extinción del fuego, sino que parecía despedirlo por la lengua, ya que manifestaba: “Políticos corruptos entregan el agua”.

La condena genérica del sistema de partidos es uno de los tabús más escrupulosamente cultivados por las formas más versátiles y difundidas el status quo uruguayo (quizás al enunciar ese rasgo del habitus coterráneo, estamos considerando ante todo la eventual recepción de lectores desde el extranjero, ya que para los habitantes del Uruguay, nacionales o extranjeros, tal interdicción de toda crítica al sistema de partidos no supone sino “el grado cero” de la sensatez pública vernácula).

De memoria personal podría enumerar distintas versiones de este blindaje distintivo del Uruguay desde los años 1960 al presente: a) la identificación con el tópico fascista “el mismo perro con distinto collar”, b) la asimilación a la “Doctrina de la Seguridad Nacional” que propiciaba un perfil bélico de la democracia representativa, para terminar por sumergir toda crítica al conjunto partidario en “quieren la vuelta de los milicos”, amonestación extendida inexorablemente al “que se vayan todos” del 2001 argentino, mediante la angustiada denuncia de un tercero tan excluido como vacuo: “¿y después, qué?”.

Desgraciadamente para la devoción partidocrática, hubo muchos otros “después”, desde Seattle en 1999 hasta Perú en 2022, pero el que más importa y pesa es el estallido social de Chile en 2017. Ante todo, porque sigue a una “restauración republicana”, pero sobre todo, porque tal restauración fue de izquierda a derecha, envolviendo al sistema de partidos en su conjunto y dejándolo de cara a un levantamiento popular. Desde entonces la justificación partidocrática se ha vuelto más sigilosa y cauta: ya no basta con sentenciar que la democracia representativa “es el mejor sistema posible”, ahora se requiere descalificar a los detractores sin asignarles, ante una reiteración de levantamientos que marca las dos décadas que lleva el siglo, un signo político diferenciado y propio.

Para cerrar la anécdota sobre la reunión virtual con que comenzó este relato, rememoro un comentario que suscitó la acotación acerca del pasacalle incendiario en plena “plaza de los bomberos”. Se me contrapuso una observación: “preguntaron sobre el pasacalle ¿ que tiene que ver la cuestión del agua con los Derechos Humanos?”. Les recordé a mis interlocutores, que Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos se retiró, ya en 2018, de la coordinación institucional de Estado, ante los nulos efectos de las instancias gubernamentales con relación a sus reivindicaciones.

La soberanía debe ser intangible, la post-soberanía discurre con nostalgia

El análisis de la soberanía presenta dos líneas de desarrollo, por un lado la perspectiva de la secularización, vinculada principalmente al devenir histórico de la forma-estado desde la institucionalidad eclesiástica medieval hasta el Estado en la Modernidad. Por otro lado el análisis del poder en la Modernidad, en cuanto la apelación al Orden del cuerpo social trasunta una tradición teológica. Tanto en uno como en otro caso, la soberanía no cunde sino gracias a una declinación que conduce al empleo contingente (terrenal) de un principio necesario (celestial). Esta dualidad nunca abandona la significación de la soberanía, ni cuando unge una potestad mundanal de fundamento religioso (hasta la Ilustración), ni cuando el Estado se sostiene en el cuerpo social (a partir de la Revolución Francesa).

Pese a las diferencias que presentan esos dos períodos, comparten por igual una bisagra que articula entre sí el orden con el poder. Quizás el paso de una a otra índole de soberanía puede encontrarse formulado por Foucault, una vez que retoma, en su obra, el planteo de Kantorovicz desarrollado en “Los dos cuerpos del rey”.22 Mientras en la presentación que hace Kantorovicz de esos dos cuerpos medievales el poder monárquico se encuentra autorizado por el mandato teológico, para Foucault el conflicto de poder incorporado en la sociedad dirime el orden bajo forma de normatividad jurídica.

Esas dos transiciones entre el Orden y el poder son asimismo disímiles. El monarca asegura la mediación entre el Orden teológico y el derecho que aplica en esta Tierra,23 mientras en la Modernidad son los cuerpos particulares que dirimen, a través del cotejo entre posiciones encontradas, la mediación normativa en el conjunto del Cuerpo social.

El planteo de Foucault ancla entonces en la contingencia de la propia actividad humana, que promueve la incesante modificación de las normas que pautan un orden, pero desde entonces, la determinación de la soberanía es plural y contradice, por consiguiente, el propio criterio teológico que infunde históricamente la soberanía: “un principio único e indivisible del poder”.

La plétora mediática de la mediación a la que asistimos, bajo la forma de internet, tics, nuevas tecnologías, encuestas en los medios y medición de medios, etc., no hace entonces sino manifestar que el Orden no es intangible ni surge de un principio ajeno a la circunstancia que se transita en un momento y un período dado. De ahí que tantas apelaciones a tantos “nuevos órdenes mundiales” (de la economía, del comercio, de la información, etc.) hayan fracasado tan rotundamente, lo que se pauta soberanamente, al presente, en la guerra entre Rusia y Ucrania.

La soberanía de la mediación

En cuanto la funda “un principio único e indivisible del poder” la soberanía no puede, en razón de la condición que le es propia, encontrar a partir de sí un principio de comunicación. Para cundir en un contexto concreto requiere hacerse presente bajo un mandato inapelable, sin renunciar pese a ese ejercicio del poder en exclusividad, a incorporarse en medio de sus destinatarios. Procurando colmar el hiato que suscita entre un conjunto social la propia exclusividad estratégica, la soberanía se vale para cumplir tal finalidad, de la mediación y la comunicación. Justificada como fuente de trascendencia, la versatilidad pública del mandato soberano se encuentra ratificada por la potestad vicaria.24 Celestial y terrenal a la vez, el poder eclesiástico promovió, mutatis mutandi, el terreno fundacional de las instituciones estatales.

Foucault subraya la significativa judicialización que cunde entre las instituciones eclesiásticas y políticas a partir del siglo XII, en cuanto ese ascenso de la formalidad jurídica pauta el propio nacimiento del Estado en calidad de «Estado de justicia» (la principal función del soberano consiste en impartir justicia). Este basamento jurídico de la soberanía medieval se sostuvo en el margen que le proveía la propia jurisdicción religiosa.

« La necesidad de una veridicción se inscribe en el desplazamiento que hace que la justicia penal remonte, si se quiere, de la liquidación del conflicto en la forma de una confrontación entre dos individuos, a la liquidación de un conflicto en la forma de una corte soberana o de la decisión de un soberano ».25

En una perspectiva que hace del sacramento de la confesión el antecedente constitutivo de la justicia penal, Foucault describe la formalización jurídica del Estado que cunde a partir de la propia institucionalidad eclesiástica. Por vía de consecuencia la confesión del culpable se constituye, una vez secularizado el derecho penal, en paradójico acto soberanía, en cuanto un miembro de la soberanía se confiesa, de sí propio, ante el mismo soberano del que forma parte.

La confesión, en ese sentido es la reanudación del pacto social, que lo restaura”.26

Esta paradoja de la soberanía en la Modernidad proviene del propio antecedente religioso del sacramento de la confesión. Tal sacramento no adquiere significación salvífica sino por la confesión y el correlativo perdón de los pecados, esto es, por la mediación vicaria (papal) de la divinidad, que pone en vigor y en valor (vigor/valor) la mediación ejercida por la institución terrenal de la Iglesia.

Correlativamente a esa economía vicarial, la órbita estatal de la institucionalidad no pudo desarrollarse, a partir del Humanismo, sino como exorbitancia de la mediación cristiana, en cuanto a una creciente secularización correspondió un consiguiente auge de la mediación, que llegó a ser desplazada del fundamento absoluto y privativo que encontraba en la soberanía. De ahí que actualmente no sea el soberano (ni el divino ni el mundano) quien dictamine la mediación (por ejemplo, bajo la forma de justicia inquisitorial o monárquica, sucesivas fuentes del Estado), sino que por el contrario, sea la mediación la que consagra la soberanía, particularmente a través del “irresistible ascenso” de los medios de comunicación en la determinación del poder público (y en particular, de la propia justicia impartida por un poder estatal).27

Esta extralimitación de la mediación acarrea la división de la soberanía y su puesta en contradicción consigo misma, es decir, deja de consistir en un “principio único e indivisible del poder” para manifestar un “poder dividido en su propia unidad”. Hoy la soberanía se dice al menos de dos maneras y seguramente, además, de muchas otras.

Llegado el caso, la defensa de la integridad nacional contra la intervención de las instituciones mundialistas se contrapone a estas últimas, pero puede trastocarse eventualmente, en afirmación de un nacionalismo ultrajado, que reivindica  en algunos casos una consistencia étnica amenazada por la invasión de refugiados. Paradójicamente, estos contingentes de migrantes en procura de supervivencia, provienen de contextos de Medio Oriente o del norte de África, asolados por guerras sostenidas por los mismos estados europeos que, llegado el momento, rechazan la afluencia masiva de la misma desesperación que movilizan. Contrariamente a esta negación (mundialista) del mundialismo, la afirmación de un plan universal de vacunación contra la pandemia de Covid-19 conllevó la firma de contratos de confidencialidad ante empresas transnacionales de medicamentos, confirmadas en su presión por gobiernos que pretenden revestir una condición nacional soberana.

Post-soberanía: una soberanía que trasciende

La post-soberanía no puede ser entendida, entonces, como una eliminación de la soberanía, sino como una configuración soberana supeditada a la mediación y a la comunicación. Interviene en esa tríada de forma decisiva la tecnología, en cuanto provee las formas de mediación que desplazan las regulaciones institucionales (inclusive y quizás en primer lugar, las del propio saber) y las subordinan a los procesos de comunicación. Cunde una interface de superlativa eficacia entre tecnología y comunicación, con tendencia a substituirse a la anterior hegemonía normativa y jurídica de las instituciones.

La tradición de la representación (que consagra la formalidad normativa de las instituciones) requiere la existencia conjunta de una órbita ordenada, que hace posible calcular o delegar (en lugar de) la presencia suplida y por consiguiente, con-figura el poder soberano en lugares (desde) donde se formaliza o se delega. En un contexto de post-soberanía esa formalización o delegación no sólo llega a ser inseparable de la comunicación y la mediación, sino que la intervención mediática subordina los lugares particulares al devenir interactivo del conjunto. Se trata por consiguiente de una transformación de la soberanía que trasciende la condición intangible del soberano, sin disolver por ello un poder armado de desarmante sutileza: post-soberanía.

 

1Badiou A. et al (2014). ¿Qué es un pueblo? Buenos Aires: Eterna Cadencia.

2Rancière, J. (2014). “El inhallable populismo”. En ¿Qué es un pueblo? (pp.119-124). Buenos Aires: Eterna Cadencia.

3Rancière, J. (2014). Op.cit.

5Derrida, J. (1972). Positions. Paris: Minuit, p. 77 (trad. R. Viscardi).

6Derrida, J. (1967). L’écriture et la différence. Paris: Seuil, p. 424.

7Camargo, R. (2014). Repensar lo político. Buenos Aires: Prometeo, p. 95.

8“Jornada de protestas masivas en Europa contra la inflación y la caída del nivel de vida” Uypress (09/10/2022) Jornada de protestas masivas en Europa contra la inflación y la caída del nivel de vida (uypress.net)

9Maniglio, F. (2016) “La subsunción del saber: la transformación de la Universidad en la época del Capitalismo Cognitivo” en (Coord) Sierra, F. Capitalismo Cognitivo y Economía Social del Conocimiento. Quito: CIESPAL, p. 183.

10Derrida, J. (1998). Ecografías de la televisión. Buenos Aires: Eudeba, p. 15.

11Al respecto, ver en este blog “Genealogía de la república empresarial: el día después de la nostalgia” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2020/02/genealogiade-la-republica-empresarial.html

12Al respecto ver en este blog “Bicentenario, Patria Gaucha y Patria Chaucha: no es lo mismo pero da igual” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2011/05/bicentenario-patria-gaucha-y-patria_312.html

13Ryan, E. “Lacalle Pou le respondió a Mujica: «que saque número» La Diaria (19/10/2020) https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2020/10/lacalle-pou-le-respondio-a-mujica-que-saque-numero/

14“El Financial Times dedica un espacio a Uruguay y los pasaportes falsos” Uypress (03/01/2023) https://www.uypress.net/Politica/El-Financial-Times-dedica-un-espacio-a-Uruguay-y-los-pasaportes-falsos-uc126261

15“Los mensajeros de Tabaré Vázquez” El País (13/03/2016) https://www.elpais.com.uy/que-pasa/los-mensajeros-de-tabare-vazquez

16“Evo Morales: las razones del gobierno que llevaron a prohibir su ingreso al Perú” Infobae (09/01/23) https://www.infobae.com/america/peru/2023/01/09/evo-morales-su-relacion-con-peru-y-por-que-se-le-impide-su-ingreso/

 

17“Brasil: Guerra Santa, golpistas y mercaderes de fe” (11/01/23) Uy.press (11/01/23) https://www.uypress.net/Internacionales/Brasil-Guerra-Santa-golpistas-y-mercaderes-de-fe-uc126397

18"¿Qué ha dicho la Iglesia Católica tras el intento de golpe de Estado en Perú? Zenit (09/12/22) https://es.zenit.org/2022/12/09/que-ha-dicho-la-iglesia-catolica-tras-intento-de-golpe-de-estado-en-peru/

19“Perú: en el filo de la navaja” Uy.press (11/01/23)

https://www.uypress.net/Internacionales/Peru-En-el-filo-de-la-navaja-uc126396

20Marcha multitudinaria que exige, todos los 20 de mayo en Montevideo y otras ciudades del Uruguay, verdad y justicia para los asesinatos y desapariciones bajo el terrorismo de Estado.

21A contrafrente de la plaza “De los Treinta y Tres”, por la calle paralela a la principal avenida de Montevideo, 18 de Julio, se encuentra la sede principal del Cuerpo de Bomberos de Montevideo.

22Foucault, M. (1975). Surveiller et punir. Paris: Gallimard, p. 33. Edición en español, S. XXI, Argentina, 2002.

23Kantorovitz, E. (2012). Los dos cuerpos del rey. Madrid: Akal, p. 126.

24Ver al respecto el apartado “Reversión soberana” en Viscardi, R. «Diseminación de la soberanía en contexto de estallidos sociales». Recuperado de: https://filosofiacomociberdemocracia.com/es/node/121

25Foucault, Michel. Mal faire, dire vrai. Louvain : Presses Univesitaires du Louvain, pp. 202-203 (trad.R.Viscardi)

26Foucault, Michel. Mal faire, dire vrai. Op.Cit. p. 207.

27Ver al respecto en este blog Viscardi, R. Medios de dominación”. Recuperado de:

 http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2015/11/mediosde-dominacion-1-1a.html