Brasil: el Nuevo Ciclo Regresista

Resumen

La perspectiva de un “Nuevo Ciclo Progresista” se encuentra fuertemente cuestionada por el resultado de la 1a. vuelta de las elecciones actualmente en curso en el Brasil. Se generaba una expectativa infundada, a raíz de un lectura errónea de las condiciones bajo las cuales, particularmente en Chile y en Colombia, se había alcanzado logros electorales. La actual coyuntura electoral brasileña puede ser propicia a una simplificación fatídica, que a la manera del avestruz, se entrega enteramente cuando prefiere denegar.

 

2a. quincena, octubre 2022

 

El Progreso: un relato silenciado

En vano buscará el lector en los portales uruguayos o argentinos más frecuentados un análisis sobre el Brasil en coyuntura de balotaje presidencial.1 Sin duda no todos estos medios coinciden con lo que se ha entendido históricamente y con acepción incesantemente desviada, por “izquierda”. Pero sí es seguro que el periodismo profesional, incluso cuando se afilia a lecturas conservadoras, pretende reflejar ante todo cierta objetividad habilitada a discernir un porvenir. En este sentido el uso del término “progresista” para designar a un sector político-partidario refleja ante todo la reivindicación de un significado exorbitante o incluso redundante, en cuanto toda formación afiliada a la Modernidad no puede sino reivindicar el Progreso. Salvo los escasos ultramontanos, realistas y creacionistas, con expresiones poco frecuentes en las orillas platenses, los demás sectores se encuentran afiliados al relato de un avance conjunto y necesario de la Humanidad en hombros, sino de gigantes, al menos de la conciencia y el conocimiento desarrollados por el género humano. Lo que ha separado efectivamente a los distintos sectores mayoritarios en el plano político, no es esa convicción genéricamente progresista, sino posicionamientos relativos a la índole de gobierno, la distribución de recursos y los sectores sociales protagónicos en el desarrollo histórico de un mismo Progreso.2

Lo que ha cuestionado Bolsonaro y el 30 % de evangelistas que constituyen la base sólida de su electorado, es centralmente la significación del Progreso en cuanto acerbo de la colectividad humana. El presidente actual del Brasil se ha mofado de la votación que obtuvo su adversario en la 1a. vuelta electoral de este mes, en cuanto ese caudal electoral provino de los sectores con mayor índice de analfabetismo.3 Se trata sin duda, de un argumento proclive a sostener la restauración del voto calificado (es decir, del limitacionismo electoral basado en el acceso a la alfabetización) y comporta por lo mismo un desdén manifiesto hacia el desarrollo humano (según el significado que la Modernidad le atribuye a la educación) de los postergados. Otro tanto podríamos decir de la mera denegación (que no comporta interrogación acerca de la gobernanza mundialista de la pandemia) de la “gripezinha” de Covid 19, o de la defensa de la deforestación amazónica.

El relato denegatorio de la emancipación tal como la ha concebido la Modernidad, ha triunfado rotundamente en el Brasil (sobre todo ante el fracaso de las previsiones acerca del efecto del relato bolsonarista sobre los cocientes electorales en “1a. vuelta”)4 y esa es la razón de la parálisis que aqueja a las plumas “progresistas”, una vez más, genéricamente consideradas desde un punto de vista histórico y no meramente asignadas a banderas sectoriales.

Boric y Petro: los ejemplos contra-ejemplares

Quienes aducen el comienzo de un “Nuevo Ciclo Progresista” destacan a favor de esa descripción del presente latinoamericano las respectivas victorias de Boric y Petro, en Chile y Colombia. Sucede que los casos presentados como ejemplos virtuosos del renacimiento progresista ofrecen al respecto los mejores contra-ejemplos posibles. Tanto en uno como en otro país, esos procesos institucionales no son efecto de una acumulación ideológica, edificada a partir de una evolución de las creencias mayoritarias con efecto de “toma de conciencia” electoral, sino exactamente de lo contrario: fueron antecedidos por estallidos sociales.

El caso de la elección que llevó a la presidencia a Boric no puede ser más contundente. La misma base social que triunfó por amplísimo margen y conllevó el abandono de la constitución pinochetista, a punto de dejar sin chances a una alternativa reformista conservadora, retiró su apoyo al candidato del Frente Amplio en la 1a. vuelta electoral, al punto de colocarlo a la zaga de Kast, el candidato de una derecha radicalizada. La victoria de Boric en 2a. vuelta tomó sin ambages el sentido de un voto mayoritario al “mal menor”.5 El desapego hacia el progresismo (incluso hacia el que se embanderó con la revuelta estudiantil) se vió ratificado a posteriori, con el fracaso del proyecto de reforma constitucional sometido a consulta popular y no ha dejado de manifestarse, desde antes de la instalación del actual gobierno, a través de movilizaciones con perfil radicalizado.

Esta situación coloca al progresismo “de nuevo estilo” ante una encrucijada, que consiste en ceder ante la solución represiva inherente al ejercicio institucional o renunciar al propio papel gubernamental. El equívoco estratégico surge en cuanto se intenta proyectar la índole de movilización que conduce a los estallidos sociales sobre el ejercicio de un gobierno atenido a la normalización institucional. Conviene al respecto considerar que el proyecto progresista consiste, ante todo, en desplegar cierta condición edificante de la institucionalidad, habilitada en esa perspectiva a satisfacer las demandas de una base social. El proceso chileno señala la notoria caducidad de un “Nuevo Ciclo Progresista”, ante el vano intento de traducir en fórmulas normativas una movilización que percibe a la propia institucionalidad "progresista" como efecto de una dominación mundialista.

El caso del nuevo gobierno colombiano se traduce en un “estado de gracia”6 que proviene de la satisfacción de reivindicaciones largamente postergadas, surgidas de una opresión del campesinado y de sectores étnicamente discriminados, incluyendo una fuerte incidencia de la problemática de género. No puede sino apoyarse la contundencia de la gestión de esas reivindicaciones por parte de Petro y su elenco de gobierno, pero también corresponde esperar, ante esas medidas a favor de las mayorías postergadas, el reagrupamiento de los sectores conservadores y largamente vinculados al poder de Estado en Colombia. Cuando estos reagrupamientos se hagan efectivos, el gobierno de Petro deberá arbitrar los conflictos en el plano de la comunidad con criterio republicano, es decir con ecuanimidad normativa o en caso contrario, transgredir el corpus normativo en razón de un fundamento político. En los dos casos, la movilización que ya protagonizó los estallidos sociales en Colombia gravitará estratégicamente, a favor o en contra del gobierno, con el consiguiente quiebre del status quo institucional que provee la razón de ser de la perspectiva “progresista”.

El relato del anti-relato: fake news a favor de Lula

En una nota sobre Brasil del jueves 27 de octubre (17:30 hora de Uruguay), Al Jazeera informó que las fake news que cunden en la actual campaña electoral brasileña, no sólo provienen de filas del actual presidente, sino también de la campaña a favor de Lula. Aunque sujeta a confirmación, la noticia es sugestiva. No sólo porque pondría de manifiesto que la identificación oportunista entre el poder y el gobierno estatal seduce por encima de los postulados que se profesa, sino además porque echaría por tierra la mitología de una “aguja hipodérmica”7 neo-totalitaria.

La imputación de las sucesivas victorias de Trump y de Bolsonaro a las campañas de Steve Bannon (más allá de la efectiva intervención de este último y de las mismas campañas por redes, en esos desenlaces electorales), revive un fantasma que la teoría de la comunicación ha descartado desde hace mucho: los estados de opinión serían inoculados unívocamente desde los medios de comunicación. El saber comunicacional establece, sin lugar a dudas, que los estados de opinión pública, modulados a través de influjos de distinto potencial y proyección ideológica, sólo hacen lugar a determinado efecto de la emisión, si esta emisión encuentra una recepción suficientemente inclinada, al menos, a prestarle oídos. La otra vertiente del equilibrio de la comunicación, es la recepción. Si esta no ofrece una sensibilidad favorable a la emisión, el resultado puede llevar incluso el fracaso de la propuesta emitida. ¿Quienes critican el influjo de las fake news bolsonaristas estarían dispuestos a considerar  como posible que Lula (o cualquier otra persona) haya celebrado un pacto con el diablo?8

Si existe una base social brasileña que puede recibir determinado influjo a partir de las campañas llamadas “de desinformación” es necesario admitir que esa base social se encuentra en tal clivaje entre creencias y circunstancias, que hace admisible lo que se presentaría como un dislate para una recepción de índole crítica. En este sentido la contraposición información/desinformación ante todo desinforma de lo que cunde en la actualidad: la transformación del régimen dominante en la comunicación.

Esta transformación convierte a cada receptor de mensajes alternativamente en emisor, con efecto protagónico en un entorno relativamente extendido. Puede tratarse del núcleo familiar, o del ámbito laboral, o de un grupo de afinidad. O de todos esos ámbitos sumados. Por lo tanto, la capacidad de cada persona de convertirse en gestor de sus propias convicciones se incrementa significativamente y eleva por vía de consecuencia, el gradiente de activismo público en la comunidad. Pero lo eleva a partir de las creencias e identidades que constituyen la amalgama histórica de la comunidad de pertenencia.

En contextos marcados por creencias laicas y autonomistas, los estallidos sociales han sido convocados (tanto en Francia como en Chile, sin olvidar el fenómeno post-Atocha) por redes sociales. El caso del Brasil es significativamente diferente, en razón de la tardía incorporación política e ideológica de la Modernidad (la esclavitud recién es abolida en 1888). El peso de las religiones es una de las evidencias más significativas del estado de creencias que constituye el terreno sobre el que se edifica la interacción mediática en el Brasil.

La fusión entre esa base idiosincrática y el protagonismo de los particulares que habilita una multiplicación de redes, puede arrojar resultados sorprendentes, por ejemplo, para un uruguayo habituado a profesar la laicidad más ferviente, en un país donde la separación entre el Estado y la Iglesia data de 1919. Otro es el efecto del mismo proceso comunicacional en el Brasil, donde una base idiosincrática de neto predominio religioso encuentra y protagoniza las noticias por medios interactivos (es decir, aquellos que admiten tanto la recepción como la emisión). Según estudios llevados a cabo recientemente, 79% de los brasileños accede a la información política por whatsapp y 6 de cada 10 ciudadanos del mismo país emplea cotidianamente ese medio.9

Esa potenciación del protagonismo mediático (en cuanto cada individuo accede a la emisión –y no sólo a la recepción- de mensajes acordes a sus convicciones), se encuentra extendido tecnológicamente a una base social mayoritaria. Tiende por añadidura, a abroquelarse en creencias que le son reafirmadas por un entorno próximo, que no sólo eleva su participación comunicacional y por lo tanto pública, sino que además la refuerza por contraposición, ante informaciones elaboradas desde centros noticiosos globalizados. Cierta mundialización llega actualmente a percibirse, en un contexto europeo, como agresión a los humildes de una nación -inflación post-guerra en Ukrania sumada-, en cuanto expresa una racionalidad geopolítica atada a intereses hegemónicos en el conjunto de la Unión Europea. La misma mundialización informativa se sostiene en cierta sensibilidad de índole progresista, que cunde desde la Modernidad y configura hoy la sensibilidad dominante entre los dominantes.

El proceso de “desinformación” por “fake news”, que tanto alarma ante su eficacia en el actual desarrollo electoral del Brasil, quizás no sea sino la punta del iceberg de una tendencia mundial pautada por la transformación del régimen de comunicación en el plano internacional. Esta tendencia se encuentra en notoria consonancia con otros “irresistibles ascensos” de la ultraderecha, tanto en Europa (Vox, Fratelli d’Italia, Front National) como en América Latina (Bolsonaro, Milei, Kast). Conviene ante la contundencia y la sinergia de distintos factores gobernados por el desarrollo tecnológico de la comunicación, no repetir el indolente gesto del avestruz.

 

1Quien suscribe hizo un seguimiento de cuatro portales uruguayos y argentinos (Infobae, Página 12, Uy.Press y Montevideo Portal) desde el pasado lunes 24 hasta la medianoche del jueves 27 de octubre. La única información que surgió provino de Uy.press y se trató de un informe de porcentajes de opinión, surgidos de encuestas.

2Sobre el planteo genérico de “progreso” ver Viscardi, R. “Al paso del progreso” en Lecturas del Progreso (Ed. Baccino, D y García F.) Montevideo: Maderamen. Recuperado de: https://www.academia.edu/31824578/Al_paso_del_Progreso

3“Bolsonaro calificó de analfabetos a los votantes de Lula en el nordeste” TVP https://www.youtube.com/watch?v=HvIF-V3Z-Rs

5Ver al respecto en este blog “Victoria de Boric: elegir en el Tren Fantasma” https://filosofiacomociberdemocracia.com/es/node/76

6Como se sabe, el sentido político de la expresión fue acuñado por François Miterrand al inicio de su primer mandato presidencial.

7La denominación “Teoría de la Aguja Hipodérmica” designa un conjunto de planteos de la comunicación desarrollados en EEUU con posterioridad a la 1a. Guerra Mundial, uno de cuyos mas destacados autores es Harold Lasswell.

8“Lula debió aclarar que es cristiano y que no tiene un pacto con el diablo” Infobae (4/10/22) https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/10/04/lula-debio-aclarar-que-es-cristiano-y-que-no-tiene-un-pacto-con-el-diablo/

9“Las noticias falsas se pasean durante las elecciones presidenciales del Brasil” France 24 (18/09/22) https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20220918-brasil-fake-news-elecciones-bolsonaro-lula