La Casa de Papel: papeletas y papelones

 

 

2a. quincena, julio 2021

 

 

El Golpe perfecto

Sin duda muchas expectativas estratégicas se vinculan al resultado del referéndum, de escrutinio nacional obligatorio, que en razón del muy alto número de firmas alcanzadas entre el cuerpo electoral del Uruguay (33% del padrón electoral), pondrá a consideración de la población la Ley de Urgente Consideración (LUC).1 Legislar de golpe en 475 artículos y no menos de 8 dominios diferentes, configura el Golpe de Estado perfecto, ante todo porque el actual gobierno ya contaba, al entrar en funciones, con un insumo que hoy considera primordial para su designio de estabilidad: el “grado inversor”.2 La LUC configura bajo una modalidad “blanda” un “golpe de Estado legal”, en cuanto se violó el significado recto de la norma para legislar “por anticipado” (la LUC fue anunciada durante la campaña electoral previa), bajo una excusa exorbitada: la urgencia.

Desde Aristóteles la noción de perfección se vincula a aquello que agota las posibilidades de concordar con un designio.3 El designio y el acto se confunden bajo una única condición: la formalidad. Lo que se entiende por índole de perfección solapa, entre sí, el límite y la forma: nada debe escapar a lo que se entiende por la cosa misma. Robar al fabricar papel moneda no es robar papel moneda, sino robar lo que es necesario y suficiente para apoderarse de papel moneda: el procedimiento que lo acuña.4 Votar en plazos exiguos una ley que engloba las más diversas cuestiones, configura un Golpe de Estado perfecto, porque escamotea la deliberación propia al Parlamento, incluso dejándolo aparentemente en funciones. El Crimen Perfecto, como lo señalara Baudrillard, consiste en hacer desaparecer la realidad: un simulacro la sustituyó por un efecto eficiente de realidad.5

 

La ultra-restauración ya fracasó

 

Como las cuestiones de estilo no forman parte de la panoplia analítica de nuestros comentadores de la actualidad política, ha pasado desapercibida la curiosa contraposición entre el perfil “matamoros” del presidente (entorno incluido) y la pragmática ideológica que difunde. Incluso la desatención a la paradoja que encarna ese sector gubernamental, proviene de la dificultad que se encuentra, particularmente en el contexto latinoamericano, para leer la teoría neoliberal por encima de la simplificación monetarista de la Escuela de Chicago. Se desconoce que la geometría política fundada por Hayek en los años 30’ del siglo pasado apuntaba ante todo, a impedir que un poder de Estado exorbitado aplastara los intereses de muchos otros, en razón de una manipulación gubernativa de la representación institucional: los nazis habían ganado las elecciones en Alemania.6

No importa ahora, para nuestro análisis de las contradicciones del actual gobierno uruguayo, si Hayek temía por los intereses de los explotados o de sus explotadores, sí importa que desde el punto de vista de su fundador, el neoliberalismo debe subsumir lo político en la economía,7 en cuanto la normatividad económica es provista por el cuerpo social y no por un capitoste de turno.

El elenco lacallista debe, entre nosotros, afrontar la dificultad de acompasar una ultra-restauración8 de la transparencia democrático-representativa (mediante un pergeño de ley “todo terreno”) con una normatividad económica subyacente, que incluso ya no es provista ni siquiera por el mercado social interno, sino por la propia gobernanza global. Es complicado decirle a la gente que el presidente toma decisiones por sí y ante sí, en representación del país entero, mientras firma un contrato de confidencialidad con un laboratorio transnacional (Pfizer, Moderna, AstraZeneca, etc.).

Es en tal perspectiva que conviene, a nuestro entender, leer la obtención de más de 797.000 firmas para derogar por referéndum la LUC. Para que el elenco lacallista configure una legalidad cuya transparencia justifique la normalidad empresarial, debe cundir un escenario republicano que habilite, ante la opinión pública, la disimulación del interés empresarial bajo un simulacro de “bien común”. Si la representación no puede solaparse en la economía, desaparece como perspectiva neoliberal. Esta contradicción entre el estilo (“matamoros”) y el proyecto (neoliberal) es efecto del habitus partidocrático del Uruguay, que obliga a asumir una visibilidad indeseable para el capital empresarial, en aras de preservar un capital electoral imprescindible para la reproducción corporativa de los elencos partidarios.

 

El cristal se venga

 

La perfección del Golpe de Estado Legal consiste en la transparencia del procedimiento: los medios de comunicación imbuidos de determinado “estado de cosas” generan un “consenso de opinión pública”, un estamento institucional desvía un contexto normativo para hacerlo coincidir con un objetivo estratégico, se instala finalmente una gubernamentalidad acorde a la substitución que se buscaba lograr. Puede pasar, sin embargo, que a través de las mismas estructuras que hicieron posible la transgresión se habilite la rectificación. Es lo que ocurrió electoralmente en Bolivia y parece estar en curso judicialmente en el Brasil. La diferencia que quizás introduzca el caso uruguayo pareciera consistir en la celeridad con que interviene la reversión de la actuación desviante.

En cuanto una correlación de fuerzas genera efecto político para rectificar la violación de la legalidad imperante, un Golpe de Estado por la fuerza de las armas no se diferencia de un Golpe de Estado legal. Tal como ocurrió en el Uruguay durante el período 1980-1985, el agotamiento de las bases de sustentación (nacionales e internacionales) de un régimen de excepción normativa, puede llevarlo a deponer el gobierno. O puede ser substituido, bajo otra modalidad y distintas condiciones, por la insurgencia armada o incluso, por un levantamiento popular.

Parece constituir una característica del retorno a una rectitud normativa de Estado, en el caso de los “Golpes de Estado legales”, que la restitución de la tradición gubernamental previa no prescinde de las formas legales, ya que estas proveen, sino el único, al menos el principal terreno para la rehabilitación de una lectura recta del contexto normativo. Esto no supone, ni mucho menos, alguna forma de perfección provista per se por la legalidad normativa: entre nosotros ha cundido durante casi dos décadas una “Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado”, que significaba una prebenda normativa a favor de los golpistas de antaño, propiciada (y votada legislativamente) por ciertos “demócratas” que se decían acerbos defensores de la legalidad jurídica.

Antes que suponer una perfectibilidad formal de las normas, habría que considerar, en el caso de la restitución de la legitimidad en favor de los damnificados por el poder de Estado, los peligros que acarrea la superficie engañosa de la transparencia normativa. Quienes creen atravesar hacia la gobernanza de muchos otros la condición diáfana de las formas, como parece pretenderlo el actual gobierno uruguayo, pueden estrellarse contra la invisibilidad propia de la transparencia: el cristal se venga.9

 

Papelones y desplazamientos

 

La invocación de una diferencia específica con relación a otros procesos de América Latina, que ante todo pondría al Uruguay “a salvo” de “estallidos sociales” pone en escena un papelón en que han incurrido, pese a las 797.000 papeletas contra la normalidad, distintos voceros y analistas políticos. El papelón es tanto más notorio, en cuanto el cotejo de diferencias con otros políticamente subdesarrollados surge después de un resultado inesperado para tirios y troyanos, que confirma la existencia entre nosotros de subrepticios desplazamientos subterráneos. Conviene recordar que el antecedente más reciente de este desconcierto provino de la contraposición entre el resultado de encuestas de opinión acerca de la popularidad presidencial y el resultado de la recolección de firmas pro-referéndum. Pareciera entenderse que la desamparada opinión de quien, ante una pregunta a boca de jarro, recuerda la tenue imagen noticiosa de la noche, se articulara con la decisión meditada de oponerse a una ley “todo terreno”, como si se tratara de dos facetas sincrónicas de una misma opinión formada.

La idea del “cambio” bueno por sí mismo corresponde a la comprensión de lo político como una sucesión de decisiones y etapas, hilvanadas por una misma continuidad bienintencionada. Una perspectiva de desplazamiento, como efecto asimétrico y múltiple de anclajes dispares corresponde, con otra eficacia relativa, a la comprensión de la actualidad política como un conjunto de desplazamientos alternativos entre sí. Desplazamientos entre el Frente Amplio y el Pit-Cnt o entre frentes sociales y configuraciones ideológicas universalistas.10 El desplazamiento sin centro es efecto de una incorporación situada en un campo de interacción mediática, que no actualiza los “efectos de sentido” por articulación ideológica, sino por elaboración anclada.

Entretanto, el cristal de la representación de Estado se ha vuelto opaco para sus más encendidos voceros.

 

1Sobre la LUC ver yofirmo.uy. Recuperado de: https://yofirmo.uy/por-que-firmar/

2Noguez, M. “La tarjeta amarilla que la ministra Arbeleche festejó como un gol” El Observador (18/07/21) https://www.elobservador.com.uy/nota/la-tarjeta-amarilla-que-la-ministra-arbeleche-festejo-como-un-gol--20217185039

3Ferrater Mora, “Perfección, perfecto”. Recuperado de: https://www.diccionariodefilosofia.es/es/buscador.html?search=PERFECCI%C3%93N%2C+PERFECTO+

5Baudrillard, J. (2.000). Mots de passe. France: Pauvert, p. 75.

6de Lagasnerie, G. (2012). La dernière leçon de Michel Foucault. Paris: Fayard, p. 23.

7Op.cit. pp. 66-68.

8Acerca de las sucesivas restauraciones de la derecha en el Uruguay, ver en este blog “Genealogía de la república empresarial: el día después de la nostalgia” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2020/02/genealogiade-la-republica-empresarial.html

10Ver al respecto el análisis de Zabalza, J. “Ingobernables”, Zurdatupa. Recuperado de: http://zurdatupa.blogspot.com/