Resumen
En menos de tres días -los que corrieron entre el martes 16 de abril por la mañana y el jueves 18 por la noche- una vorágine de declaraciones siguió a la revelación de la condición de deudora contumaz de impuestos inmobiliarios, de la misma ministra de vivienda y ordenamiento territorial en ejercicio. Esta cascada de opiniones contrapuestas fue cerrada por el presidente de la república con un mero “Tema resuelto”, que reduce no sólo el alcance de lo sucedido, sino sobre todo, intenta sofocar con una dimisión a reculones el bochorno públicamente instalado, a tan sólo mes y medio de iniciado un nuevo período de gobierno. Al aceptar a la ligera la renuncia de quien no duró en el cargo lo que un lirio, se intenta resolver con una chicana técnica un caso de notoria resolución mediática, ante la obsolescencia que agrieta, por obra y gracia del auge tecnológico, a las democracias representativas desde largo tiempo atrás. En lo que sigue nos proponemos hacer exactamente lo contrario, es decir, intentar explicar como “el punto ciego del retrovisor” de quien contaba con el mayor instrumental -incluso ministerial- para percibir el desatino que cometía, incluso llegó a justificarlo. Este afán analítico no acusa personalmente a quien, imbuida de un relato, terminó por ser víctima de cierta invisibilidad para consigo misma. Se intenta, por el contrario, considerar una extendida sensibilidad acorde al temperamento político de la renunciante. Tal sesgo de opinión dio contundente mayoría dentro del Frente Amplio al Movimiento de Participación Popular que integra la ex-ministra, en el mismo rumbo de creencias que llevó a tan efímera como escarnecida investidura ministerial.

Imagen: Semanario Brecha
2a. quincena, abril 2025
El quiasmo república-democracia
La figura del quiasmo se vincula a la retórica, en cuanto señala una alternancia de complementarios, que generan entre sí una secuencia vinculante.1 En la denominada “democracia representativa” la representación queda a cargo de la condición republicana, esto es, la igualdad ante la ley. Sin embargo, la democracia se expresa precisamente por la posibilidad de interpretar diferentemente una misma “ley”, con lo cual la igualdad se remite a la potencia interpretativa de un particular, en cuanto sea propietario en particular de medios (económicos, jurídicos, informativos, etc.) que instruyen y sostienen singularmente una potencia (de interpretación) singular. Este quiasmo república-democracia se hizo patente en las acaloradas discusiones y diatribas que rodearon la reciente dimisión de la ministra Cecilia Cairo.
Mientras la oposición con eje en el Partido Nacional y el Partido Colorado hacía hincapié en el polo republicano, en cuanto falencia ante la norma de quien debía instruirla ministerialmente, el Frente Amplio tendía a justificar la falta impositiva subrayando la situación particular de quien la cometía, es decir, el polo democrático que explicaba un desvío reglamentario. El carácter vinculante del quiasmo se esbozaba asimismo en los matices de muchos alegatos de los dos bandos, en cuanto la oposición en algunas intervenciones admitía la dificultad social y también la trayectoria personal de la ministra, al tiempo que desde la mayoría fue ganando terreno la posición que condenaba la irregularidad formal.
El quiasmo república-democracia parecía conllevar, en razón de esos antecedentes, una dificultosa y bizantina explicación ejemplificada extensamente, necesaria para desarrollarlo ante este caso, hasta que sobrevino providencialmente y a último momento, una intervención sin desperdicio posible del propio secretario de la presidencia, Alejandro Sánchez.
Tras insistir en el carácter de “asunto resuelto” que parece configurar lo medular del planteo mediático de la presidencia, su secretario manifiesta:
“(...En cuanto a las irregularidades en particular, expresó que “el debate es complejo y hay que tener tiempo para darlo”. “Obviamente, yo creo que hay que estar al día con las obligaciones y uno tiene que cumplir”, sumó...)”
Mientras el primer tramo de este pasaje subraya el carácter democrático que debe considerarse socialmente: “el debate es complejo y hay que tener tiempo para darlo”, en el pasaje siguiente se declara “Obviamente, yo creo que hay que estar al día con las obligaciones y uno tiene que cumplir”. El periodista agrega “sumó” por la segunda parte de la declaración, pero esta es una suma que resta (es decir, un quiasmo), ya que no se ve cómo, si “uno” (es decir, todos) debe cumplir con una obligación patente en la letra de la norma (eterno argumento conservador de fuente republicana), el tema llegaría a ser “complejo” y habría que “tener tiempo para darlo”.
“(...Por último, consideró que no es verdad que los políticos son distintos al resto de los ciudadanos. “Esa idea de que los políticos son superiores al resto de la sociedad yo no la comparto: somos parte de esta sociedad y también cometemos errores, tenemos problemas, nos podemos atrasar en una cuota, podemos tener dificultades”, expresó...)”.
En este tramo de la declaración, luego de confundir probidad (particularmente “republicana”: igualdad ante la ley) con “superioridad” (interviene al respecto por ley una “Junta de transparencia y ética pública” relativa al manejo de fondos del erario público por parte de funcionarios estatales)2, Sánchez entiende que los incumplimientos de quienes instruyen la ley equivalen a los de quienes deben cumplirla. Interviene una distorsión quiasmática de la (inmediatamente anterior) superioridad entre iguales, ya que ahora nos encontramos ante una compasión hacia las autoridades públicas. El secretario de presidencia Sánchez nos invita a creerlo uno más entre el común ciudadano, al tiempo que nos autoriza a cuidarlo ante un eventual desvalimiento.
El tupamplismo
El subtítulo con que culminaba la última (y lejana, por obra de un cúmulo de tareas profesionales) actualización de este blog, denominada “El eterno retorno de los tupamaros” quizás pudo llevar a algún lector a entender que se planteaba allí una actualidad del MLN en su período de auge (1968-1972). La noción de “eterno retorno” que allí planteábamos era la nitzscheana, que lejos de sostener que nos vamos a encontrar alguna vez nuevamente ante este mismo presente (tal sería el “eterno retorno” para los antiguos), supone que todo presente no puede elaborarse sino a partir de uno mismo. O sea, es imposible no retornar hacia sí para configurar un presente, incluso y quizás sobre todo, más allá de cada uno.3
Por lo tanto, desde ese punto de vista, toda situación de extrema injusticia va a generar una rebelión, incluso, conviene tener en cuenta que “tupamaros” es una expresión más que bicentenaria en América Latina y la Banda Oriental, por lo cual cabe incluir al MLN-Tupamaros en un ciclo particular de esa tradición. Suponer que ese ciclo tiene una continuidad en el presente es francamente patético en lo conceptual. En este sentido interviene el término “tupamplismo”. No se trata de una contracción de dos términos en uno, ya que “amplismo” no refiere a “Frente Amplio” sino irónicamente, es decir, en cuanto no existe en el Uruguay un planteo “progresista” que no sea recuperable desde el punto de vista de la sociedad “hiperintegrada” y por lo tanto necesariamente “amplia”, que introdujo el batllismo. Como el batllismo requería cierta intangibilidad del campo social de la nación, que viene a ser perforada por la globalización (no sólo económica, ante todo mediática, porque economizada “a distancia”) un planteo de “amplitud” desde el Estado supone, para retomar un título de este blog: “La nave de los locos en el Océano Global: el batllismo del siglo XXI”.
Ignacio Levowicz planteó acertadamente, a comienzos de este siglo, la sugestiva substitución del término “pueblo” (“sujeto popular”, “sujeto histórico”) por el término “gente” (cuando no “vecino”). Un común de contornos difusos, volubles y demandantes pasa a subrogar a una entidad colectiva imbuida de un destino histórico de redención social (la “salud pública”, la “pública felicidad” de Artigas).
«El consumidor aparece en un momento en la Constitución, pero no tiene lugar en el sistema lógico de la Constitución. ¿Es un cuerpo extraño? ¿Un suplemento? ¿Un sustituto? Será preciso insistir en la indeterminación abierta por esta ambigüedad. ¿El consumidor es también un integrante del pueblo? ¿Es el átomo de la gente? ¿La gente figura en la Constitución? ¿Coexisten en armonía o en tensión la gente y el pueblo? ¿Hay dos países heterólogos en el mismo territorio textual? Parece que no importa la Constitución lógica. Importa que funcione. El devenir producirá las formas efectivas ».4
Sin dejar de considerar, a su vez, que este “común” de “gente” (cuando no “vecinos”), puede rebelarse tanto por vía súbita (de “estallidos sociales”) como legalmente contumaz (de delincuencia sistemática). Conviene asimismo considerar, en el empleo que hace Cecilia Cairo de la expresión “gente”, un “común” que redunda necesariamente, superando las “dificultades de la vida”, en lo mejor para todos, es decir, en la antigua noción de un “pueblo” capaz de construir su “pública felicidad”.5
Estamos ahora ante un equívoco, producto esta vez, de la memoria histórica: aquella noción de igualdad batllista protegida por la ley vernácula que hoy, desde la propia presidencia, se declina ante cualquier amenaza de juicio en un tribunal internacional (porque puede costar “caro”), o quizás peor, ante la amenaza de una calificación de “riesgo país” por parte de una empresa privada consultora.
Nada de lo anteriormente sostenido invita a pagar abogados caros en juicios internacionales, ni a aumentar la deuda desatando calificaciones desastrosas de “Standard and poor’s” (por ejemplo), sino a comprender que los gestos para hacer frente a una adversidad cada vez más interna a una comunidad nacional, no pueden pasar por aquellos lugares que la globalización pone (y que voluntariamente se ponen) necesariamente bajo su radar (lo que no supone ni una “abolición” ni una “extinción” del Estado), sino otra articulación de fuerzas públicas, pautadas desde ya por márgenes sociales alternativos (ajenos al socio-partidismo republicano). Los movimientos plebiscitarios multiplicados (6 en 2024) pautan esa alternativa.
Quizás un sector de la población, nutrida de una tradición nacional batllista, vea en la posibilidad de reeditar aquel pasado mejor como alternativa al presente, a través de un voto a quienes presentan el perfil más vago y equívoco (me refiero al MPP), pero las primeras víctimas del desencanto serán muy posiblemente aquellos que hoy benefician del canto de las sirenas (electorales) que entonan. Quizás Cecilia Cairo no sea sino una muestra de una credulidad (seguramente “bienpensante”) cegada hasta el desatino (que debiera llevar a pensar).
1 Sobre “quiasmo” ver «Enciclopedia de ejemplos»: “El quiasmo, también denominado antimetábola, antimetalepsis o antimetástasis, es una figura retórica o literaria que consiste en la repetición de términos iguales en una misma oración, pero intercambiando o invirtiendo el orden de la simetría. Se trata así de un paralelismo cruzado, en el que los elementos que se repiten aparecen primero en un orden (A-B-C) y luego en el contrario (C-B-A), como si hubiese un espejo en medio. Por ejemplo: Todos dieron algo, pero algunos lo dieron todo”. Recuperado de: https://www.ejemplos.co/quiasmo/
2La sigla del organismo de control es JUTEP. Recuperado de: https://www.gub.uy/junta-transparencia-etica-publica/
3Ver al respecto Paredes, D. “El eterno retorno de lo mismo en Nietzsche: el ser humano y el tiempo”. Recuperado de: https://repositorio.uniandes.edu.co/server/api/core/bitstreams/6b3cbb98-fe6a-40cc-8959-e3a81660b484/content
4 Lewkowicz, Ignacio (2004). Pensar sin Estado. Paidós: Buenos Aires, p. 25.
5“Nos vamos a hacer cargo de escuchar a la gente”: Cairo asumió como ministra de vivienda”, Montevideo Portal (7/03/25) https://www.montevideo.com.uy/Noticias/-Nos-vamos-a-hacer-cargo-de-escuchar-a-la-gente--Cairo-asumio-como-ministra-de-Vivienda-uc917019