30 meses de amistad y 48 años de escritura: el hacerse presente de Ibero Gutiérrez

El 22 de septiembre pasado tuvo lugar en el paraninfo de la Universidad de la República un acto de homenaje a Ibero Gutiérrez organizado por Crysol (se accede a la información del evento en https://filosofiacomociberdemocracia.com/es/node/110).

La crónica del evento y una crítica del libro Inter-Rogación. Ibero Gutiérrez desde el presente fueron publicados por el semanario Brecha en su edición del viernes 30 de septiembre pasado, con la firma de María José Olivera Mazzini. Sigue la intervención de quien suscribe en el evento.

ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p0vR/ePH

Foto Brecha, ADHOC, Mauricio Zina

 

 

30 meses de amistad y 48 años de escritura: el hacerse presente de Ibero Gutiérrez

1a. quincena, octubre 2022

Un propósito sorprendente

Poco tiempo después del asesinato de Ibero Gutiérrez, Hugo Alfaro me invitó a visitarlo en su apartamento. El periodista de Marcha quería tomar contacto con un joven próximo al estudiante asesinado, invitación que se me hizo llegar, según lo puedo suponer al rememorar la circunstancia, por recomendación de Ibero Gutiérrez Rivera, el papá de mi amigo. Alfaro residía en un apartamento al que recuerdo haber llegado por la calle Colonia, a la altura del cruce con Vázquez. Mantengo algunos recuerdos visuales un tanto difusos del encuentro, pero por el contrario, conservo el registro vívido de un tramo de la conversación que mantuvimos.

Alfaro seguramente debe haberme preguntado que esperaba yo en adelante, a partir del crimen cometido contra Ibero. Recuerdo de forma nítida la sorpresa inocultable que cundió en su rostro, cuando le manifesté que esperaba que se mantuviera vivo el recuerdo de mi amigo, de forma que no cayera en el olvido. La sorpresa que embargó a Alfaro no puede sino entenderse a través de la experiencia humana, incluso la de cada uno de nosotros, una vez que transcurren los años. Con el paso del tiempo los recuerdos vívidos comienzan a perder el brillo que tuvieron y quedan relativamente menguados, en comparación a la nitidez del registro inicial.

Pese a ese criterio notoriamente razonable podría decirse, ante tantas manifestaciones que recordaron a Ibero Gutiérrez al cumplirse este año medio siglo de su asesinato, así como ante el ampliado interés por su obra, que quien estaba en lo cierto era aquel joven de 23 años que yo era por entonces y no mi destacado interlocutor. Sopesando los elementos de este cotejo entre el paso del tiempo y el afirmarse de la memoria de mi amigo, llego por el contrario, a una conclusión diferente: entiendo que tanto Alfaro como yo mismo estábamos equivocados.

Comienzo por lo que concierne a mi error. Siempre, incluso en los momentos más trágicos, he recordado a Ibero con inmensa alegría. Esa alegría provenía del humor fantasioso y festivo de nuestras conversaciones, que nunca empalidecía en mi memoria. Ese sentimiento de alguna forma se ha aminorado al pasar los años y ha dado lugar al recuerdo, antes que a una alegría evocada. Por el contrario, durante la presentación de “Inter-Rogación. Ibero Gutiérrez desde el presente”,1 que tuvo lugar recientemente, ganó renovado vigor aquella anterior intensidad, en cuanto junto con Sara Gutiérrez, rememoramos momentos y anécdotas de su hermano en vida. De esa intensidad renovada surge, sin lugar a dudas, que la pervivencia del sentimiento en la memoria requiere el sustento de un presente actual. En la medida en que esa actualidad del presente mengua en una relación, el vínculo no puede rememorarse con la misma intensidad. No es posible, por lo tanto, como yo lo pretendía ante la pregunta de Alfaro, mantener ilimitadamente una intensidad de memoria sin un vínculo actual.

Mirada desde el presente, la sorpresa de Alfaro ante mi propuesta de colocar a Ibero más allá del olvido, revestiría a su vez una equivocación, relativa al extendido homenaje que hoy distingue a mi amigo. Aunque no le fuera imputable al periodista una circunstancia que le escapaba desde el futuro, la situación actual pone de relieve, en lo que hace al olvido, que la memoria se nutre ante todo de acontecimientos relevantes, o como lo distingue Ibero en el poema que denominó Impronta,2 de huellas imprevistas. Podría decirse que el asesinato de Ibero, instigado por tantas señales que cundían por entonces, sumó al crimen un efecto imprevisto o incluso cierta impronta, al descubrirse de la víctima la creación que le era propia. Lo imprevisto de esa obra iba bastante más allá del descubrimiento de un poeta asesinado y surgía ante todo de su poesía (lo mismo podría decirse de su obra visual, entre otras facetas).

Quizás la memoria de Ibero se sostiene, ante todo, en lo que su arte pone de relieve entre nosotros mismos y quizás también por eso cunde gracias a la significación creativa que le es propia, por encima de reivindicaciones, homenajes, ediciones y muestras. De ser así, la falta que nos hace Ibero se pone en paralelo con lo que nos falta para entender nuestro presente.

Hacerse presente lo que nos falta

Sin duda al presente podríamos hacernos presente muchas cosas que nos faltan. Considero y desde hace bastante tiempo,3 que la principal falencia política en nuestro contexto es de índole ética, relativa a los asesinatos y las desapariciones que no se han esclarecido. Esta falta ética condiciona muchas otras falencias en distintos planos de la comunidad, incluso algunas que ignoran ese condicionamiento, pero que vienen a ser igualmente inducidas, en cuanto se mantiene la impunidad como ejercicio del poder. Esa falencia de la comunidad comprende el caso no esclarecido del asesinato de mi amigo Ibero Gutiérrez. Tal claudicación no ha impedido que la figura de Ibero crezca por encima y en contra de la desviación que sufre el trasfondo ético de la comunidad, en cuanto su gesto creativo conlleva como sello propio, cierto preguntarse a sí mismo. Abriéndose a una interrogación desde sí mismo, Ibero se abrió también a una inter-rogación, es decir al momento en que se pone en vilo el vínculo enrostrado de cara a otro.

Cierto desdoblarse del sí mismo comprende, al decir de Ibero, tanto a las “grandes ideas” que “se nos hacen vino/ cerilla tabaco hierba fresca”,4 como a cierta “ella” nominada desde el título del poema, que “no duerme” para “soñar mejor”: “escribo:/ la paz vendrá/ con la liberación/ entonces ella/ no duerme y se despierta/ para soñar mejor”.5 En cuanto se desdobla, a partir de cada quién, el continuo “grandes ideas-soñar mejor” lo relacional deja de ser planteado como puridad conceptual de un sistema, ya que toda “gran idea” puede consistir en nimiedades “como ser/ las cosas más nimias/ que tenemos” o también los sueños soñarse mejor, al pasar del dormir a la vigilia, dice Ibero, “para soñar mejor”.

Cierta controversia que altera una supuesta continuidad de las comunidades, es propia a la sensibilidad de las luchas que se desarrollan en la actualidad, o incluso, a corrientes de opinión insumisas, que modulan el acontecer del presente. Este presente se convierte en “hacerse presente”, en cuanto proviene de un diferenciarse que atraviesa a cada quién y por lo tanto, se desmarca ante todo de un sí mismo colectivo supuestamente homogéneo y perdurable. Quizás el favor que gana entre nosotros la sensibilidad artística de Ibero crece, incluso en medio de la adversidad que atraviesan muchas reivindicaciones de la memoria, en cuanto el registro que le es propio cunde al interpelarnos en tanto que nos-otros.

30 meses de amistad y 48 años de escritura: liberar el decir

En agosto de 1990 publiqué en la revista Relaciones un artículo en que retomaba el poema “Oigo a Bob Dyan y ella”, como testimonio de la sensibilidad de la generación del 68’.6 La diagramación del texto hizo que tras el poema y la fecha de su creación por Ibero, se insertara la frase “Sí, así fue”. La expresión no es de Ibero, sino mía y procura poner de relieve la contraposición entre cierto registro dominante del “68 uruguayo” y el testimonio que surge de la propia poesía de Ibero. Más allá de esa contraposición, que se ha acentuado a lo largo de los años y se enriquece a través de los estudios actuales sobre aquel período, mi frase asociaba una afirmación (“sí”) a un índice de ostensión ( “así”) y a un verbo en pretérito (“fue”).

El mismo poema de Ibero al que refiere mi frase habla de un retorno anacrónico (es decir, de cierta ruptura de la continuidad temporal) como efecto de la propia escritura, ya que el significado de “escribo:/ la paz vendrá/ con la liberación” induce, desde un futuro posible, un despertar de “ella” en un presente actual. Podría compaginarse el anacronismo que conlleva mi expresión “Sí, así fue” (aquí el efecto anacrónico consiste en sostener una afirmación en la condición ostensible de un pasado sucedido) con el anacronismo que enuncia el poema de mi amigo. Incluso diría, que por cierto efecto inducido por la diagramación (mi frase es seguida por otra sección diferenciada del mismo artículo), se puede llegar a asociar entre sí los dos anacronismos, como si formaran parte de un mismo texto.

Sin embargo, son dos anacronismos que conjugan modalidades temporales diferentes. El de Ibero llega desde el futuro hasta el presente, el mío retrocede desde el presente hacia el pasado. Más allá de esa diferencia, cierto primado del anacronismo por sobre la tradición histórica de restitución del contexto, gobierna en autores como Agamben7 o Didi-Huberman8 la lectura del presente.

El anacronismo pone de manifiesto, en la articulación de un relato, el sello singular que lo habilita. Quizás la vigencia actual de la creación de Ibero proviene de la impronta de cuño propio que reviste su obra. Distinguiéndose de la secuencia textual, esa impronta-imprevista (Impronta) conlleva asimismo una lección mayor: liberar el decir puede, incluso, trascender a través del régimen formal de un texto y por vía de consecuencia, contraponerse a la regimentación institucional de un contexto. Quizás esa confianza en la libertad, que tanto respira en la creación de Ibero nos anime, por sobre las falacias que hoy cunden en el plano de la memoria, a colocar bajo recaudo crítico toda cristalización institucional y en esa medida, a asumir que “nada podemos esperar si no es de nosotros mismos”.9

Anexos

Anexo I

no creo en muchas cosas

(en este caso borro el “yo”)

pero guardo el asombro

en la prolija infinitud

de cualquier cosa

como ser

las cosas más nimias

que tenemos

y es que por momentos

las grandes ideas

se nos hacen vino

cerilla tabaco hierba fresca

 

Anexo II10

oigo a Bob Dylan y ella

a una distancia de respiro

duerme un minúsculo sueño

suspira la siesta

al entrar en otro tiempo

escribo:

la paz vendrá

con la liberación

entonces ella

no duerme y se despierta

para soñar mejor

(19 de octubre de 1970)

Sí, así fue

 

1Viscardi, R. (2022). Inter-Rogación. Ibero Gutiérrez desde el presente. Maderamen: Montevideo.

2Gutiérrez, I. (2009). “Impronta” en Obra Junta. Estuario: Montevideo, pp. 131-156.

3Viscardi, R. (1991). Después de la política. Juan Darién: Montevideo, p. 31.

4Gutiérrez, I. op.cit. p.159

5Gutiérrez, I. op.cit. p. 114

6Viscardi, R. (1990) “¡No durar siempre !”, Relaciones No. 76, Montevideo.

7Agamben, G. (2009). Qu’est-ce que le contemporain ? Vrin: Paris, p. 40.

8Didi-Huberman, G. (2011). Lo que vemos, lo que nos mira. Manantial: Buenos Aires, p. 75.

9 Artigas, J. Carta a Güemes. 5 de febrero de 1816. 

10El Anexo II contiene el poema de Ibero y la frase que le siguió en el artículo “¡No durar siempre!” (Viscardi, R. (1990) “¡No durar siempre !”, Relaciones No. 76, Montevideo).